jueves, 18 de enero de 2018

¡Carakistan, ciudad sin hambre!



Lunes, en Carakistan, donde vivo, me levanto para irme al trabajo, después de vestirme y salir caminado un par de cuadras para llegar a la estación del metro, ya una vez ahí me dispongo a cruzar la avenida para entrar al centro comercial y entrar un local para desayunar, compro mi empanda con un café y me siento a comer, cabe destacar que el local es abierto y la mesas están a disposición del pasillo principal que da la entrada al centro comercial, la cantidad de transeúntes es enorme, había un cierto silencio en la atmósfera, mientras las personas sentadas en sus mesas comiendo de manera rápida para luego irse.

De pronto se rompe el silencio y el joven el dice al anciano:

Joven: ¡Devuelve la empanada! (Cabe destacar que la manera como lo dijo fue de manera fuerte y con mucha autoridad).
Anciano: Tengo hambre. (Voz muy baja y avergonzado, era el tono de este señor).
Joven: ¡Qué devuelvas la empanada.
Anciano: (repetía sin parar) Tengo hambre.
Joven: ¡Devuelve la otra!.
Anciano: pero mi pana, tengo hambre.
Joven: ¡Qué devuelvas la otra!, Sabes que te estoy cazando, te tengo pillado, no te quiero ver más por aquí.


Hasta que el anciano decidió devolver las dos empanadas y se fue de una vez, a toda esta el anciano le estaba robando la mesa donde estaba un niño de 10 años que estaba pendiente de su mamá, que estaba esperando por las bebidas, claro el niño no estaba vigilando su plato, sino a su mamá, la señora le dio la gracias al joven, y en ese momento empezaron los comentarios y el resto de las personas con cierta indignación, comiendo para irse.

Yo me quede atónica, mi asombro era muy grande, hasta respire o suspire y seguí comiendo, acto seguido veo entrar una persona con aspecto que vive en la calle y se sentó en una mesa donde habían dejado la mitad de la empanada y la mitad de una pepsi y se dispuso a comer, pero en ese mismo instante entro una niña y se acercó a otra mesa y pidió algo y la chica le dio la empanada casi completa, y se sentó en la barra a comérsela, y otra persona le dio su refresco.

Realmente logre terminar de comer porque no había cenado, pero en ese mismo instante se me había quitado las ganas de comer, y me tome mi café y me fui del local, caminando hacia el bus me puse a pensar lo que sucedió y no salí de la impresión hasta que pude concentrarme en el trabajo.

Aunque vayas en el bus, ves como personas buscan que comer casi en cada cuadra, o si no lo ves, puedes observar como toda la basura está dispersa por la acera, ves los niños sucios y sin zapatos, no más de 16 años, caminando y fumando, en grupos, o familias que viven en la calle, si te montas en el metro ves a los niños pidiendo dinero mientras los padres están al final del vagón o esperando en una estación, hasta lo llegan alquilar para pedir, ves como las personas con discapacidad son los que venden golosinas y lo que están enteros están pidiendo.

Logras ver de todo, y es cuando reflexionas, realmente ya no puedes ir a ningún local o centro comercial sin alguien te pida comida o dinero, y no me mal interpreten, suelo brindar comida, mas no doy dinero, pero ya la situación es grave porque realmente aunque quisieras no puedes ayudar a todos. Seamos realistas.

Lo peor es que conozco personas que logran darle un empleo para que salgan de esa situación y al principio es chévere pero luego roban o se aburren porque no están acostumbrado al trabajo sino mas bien que se lo regalen.

La otra contra parte que de cierta manera te hacen sentir mal porque tú estás comiendo y ellos no, es como si tu trabajo es malo porque no estás en la misma situación de ellos y debes compadecerte, por lo menos a mí me gusta trabajar y lo hago con toda pasión pero si deseo salir de mi rutina no puedo, porque cada sitio que salgo, se presenta esta situación, y es algo que nunca se vio, y si lo pides para llevar es peor aún, te piden hasta el gatorade.

Yo confieso que todavía no sé como canalizar esto, de ver esto, me duele, me parte el alma, me hace sentir mal, tanto, que ya no puedes disfrutar una comida, porque tienes hambre o simplemente un mérito de tu esfuerzo, un placer, por eso decidí no salir, y lo que siento es que estoy atrapada en Carakistan como si estuviera en una cárcel donde me permiten moverme del trabajo a la casa y viceversa porque ya no puedes hacer mas nada.

No hay manera de ocultarlo, no escapas de esta situación y tampoco tienes el poder para arreglarlo.

Sólo soy una humana más en Carakistan. (Caracas, Venezuela).

Gracias por leerme.
Hasta la próxima.
Saludos cordiales.

@cathyhaack



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