viernes, 2 de febrero de 2018

Una Mirada sobre Valencia

Regresé a la ciudad de Valencia, tenía como 2 años sin venir, pero mis visitas siempre han sido muy puntual, la verdad no salía, no recorría la ciudad, y tal vez lo hacía de noche, cuando solía salir con mi hermano menor Jonathan.

Esta vez lo siento diferente, mi llegada fue casual por decirlo así, aproveche la cola y me vine, de cierta forma para estar con mi mamá que le prometí venir y no quería faltar a mi palabra, así que me vine. Me siento muy feliz de estar compartiendo mucho con mi madre,

Pero desde el momento que entré en el auto hasta mi llegada, la sensación de nostalgia se apoderó de mí, los recuerdos empezaron a florecer dentro de mí, hasta los temas de conversación en el auto eran de momentos del pasado, y por supuesto nos reíamos mucho, no niego lo agradable del viaje.

Llegue a casa, mi casa la vi diferente, llena de luz, iluminada, de por sí mi casa trasmite mucha tranquilidad, hasta da sueño cuando estás dentro de ella, pero no es que antes era oscura, no sabría lo que realmente quiero decir, tal vez la mire con mucho orgullo, tal vez la aprecié de que estuviera ahí, tal vez la observé con otros ojos, la belleza de mi hogar me abrazó muy fuerte.

Desde mi primer día pude dormir profundamente, (me cuesta dormir, no suelo dormir bien), los primeros días, lo único que hacía era dormir, estar acostada en el sofá, en la cama de mi madre, en la cama que está donde solía ser mi habitación, y sentí que no había descansado en 2 años y que por fin pude hacerlo, me siento muy feliz de poder haber dormido como lo hice en estos días.

He recorrido toda la casa, de principio a fin, observando cada detalle, cada cuadro, cada pieza de porcelana, realmente todo, y sentir que una parte de mí pertenece a esta casa, hasta miré fotos viejas, fotos que te roban una sonrisa, la que te traen recuerdo, la que están en tu corazón, hasta mis primeras fotos con negativos están aquí, me había olvidado de esas fotos.

Lo que me encanta de estar en casa de mi madre es su biblioteca, nunca me canso de ver los títulos de los libros a ver cuando me llaman, y pensar que cuando compro libros en Caracas, solo recuerdo la cantidad de libros que tiene mi madre, pero igual termino comprando, me gusta su olor, abrirlo y olerlo, es una sensación única, todavía no me hallo en ningún género literario, primordial mente debería ser la poesía porque la escribo cuando me baja la musa.

Desde mi estancia en Valencia también le he huido estar en la computadora, en Caracas trabajo con una, y vivo pegada, no niego que tengo cosas que hacer y no me puedo alejar mucho de ella, pero realmente por alguna extraña razón la evito, pero aquí me ven, escribiendo este post.

El siguiente párrafo no lo digo por criticar, tratare de que no se sienta así mientras escribo, realmente acabo de cumplir una semana en la ciudad, y todavía me cuesta adaptarme, pero me duele ver como está la ciudad, de lo que solía ser, o como yo la recordaba a lo que se ha convertido, de como está ahora, hasta vez como las personas caminan mirando hacia el suelo, por supuesto hay una ciudad que sale todos los días y trabaja y cuando conversas, realmente nota un tono de esperanza o el tono de desespero, pero igual están ahí pateando la calle todos los días.

Valencia era considerado como la pequeña Miami, realmente muchas personas de Caracas se venían a vivir a Valencia porque la calidad de vida era mejor que la de Caracas, pero de verdad no es culpa de sus habitantes, ellos están con las manos atadas, sino de los políticos que han pasado por la ciudad en los últimos años, de verdad me duele porque se que la ciudad que veo hoy en día no es la ciudad que crecí hasta que me fui cuando cumplí 16 años, ni mucho menos cuando volví y me volví a ir y regresé y así varias oportunidades mas, mis viajes a Mérida, Puerto Ordaz, Valencia hasta que llegue a Caracas.

Tal vez ya tenga el mismo tiempo en Caracas que el tiempo que viví en Valencia, tal vez ahora no pertenezco a ninguna ciudad, tal vez vuelvo a no tener identidad, y toda esta nostalgia de ciudad me hace ver o sentir que no tengo pertenencia.

Una vez leí que eres libre cuando no sientes pertenencia ni siquiera en la ciudad que habitas, a veces siento que Caracas me está botando y quiere que abra mis alas, y el estar en Valencia con toda esta nostalgia me está diciendo lo mismo.

Seguro estoy en un tiempo muerto donde debería aceptar el cambio y abrirme a otras oportunidades, los tiempos caducan y hay que escucharlo, también me podría decir que tengo una segunda oportunidad de que tal vez pueda encontrar algo que siempre estuvo aquí y me negué a verlo, nada es casual y se que todos estamos conectados y nada pasa a la azar, y por alguna razón he vuelto a mi ciudad.

No buscare ningún trasfondo de lo que siento, dejaré que las cosas fluyan y sí por alguna extraña razón me toca volver, al menos sé que tengo el olor de mi casa que en ocasiones me hace falta estando en Caracas.

Espero que mi trabajo o lo que hago en Caracas logre abrir campo a otras ciudades de Venezuela, espero que ese sueño se cumpla, como que mi ciudad vuelva a tener colorido, y que regrese esa alegría que los caracterizaba, suspiro, tal vez no es que regrese de lo que era, sino tal vez que a partir de este momento sea mucho mejor de lo que solía ser.

He estado en muchas ciudades de Venezuela, fui mochilera por mi país, y el urbanismo de la ciudad de Valencia no tiene comparación, aunque Puerto Ordaz sea la única ciudad de Venezuela planificada no le gana a Valencia, con esto no quiero decir que la demás ciudades no lo tienen, al contrario cada ciudad tiene su encanto, pero la de Valencia era hermosa.

Mi viaje a Valencia se extendió mas de lo que pensaba, ya me quedan pocos días para irme, pero me llevo lindos recuerdos, conocí personas maravillosas. Definitivamente regresaré a Caracas con otro aire, otras energías y con ganas de seguir apostando por este bello país.

Gracias por leerme,
Hasta la próxima.
@cathyhaack

sábado, 20 de enero de 2018

176

Suspiro, pienso en ti...

¿Qué tal si camino 500 kilómetros para llegar hacia ti?, no hay mas nada en mi vida en este momento, mas lo que siento por ti... Lo que callo... Pero estaría demás decirte...

¿Qué tal si me equivoco y no sientes lo mismo?, sin darme cuenta, no llegue a tu corazón...

Me quedo mirando el Ávila e intento no correr hacia ella, para atravesar el resplandor del sol y me puedas hacer con tus manos, como una creación tuya, donde me convierto una parte de ti, sin tenerme a tu lado.

No estoy sufriendo, solo me desvanezco para liberarme de las palabras que no te puedo decir...

¿Qué tal si te dejo ir?, Créeme mi amor, no me rindo, sólo necesito descansar.

Pero te confieso que estoy enamorada de ti, y no me dejes escapar...

Aunque esta ausencia se convierta en una revelación para el corazón, y estás palabras se llenen de polvo...

Sólo deseo que estuvieras aquí, para no sentirme tan perdida, no lo busque, sólo floreció, pero entre tanto silencio se que no vendrás esta noche.

Y al final del arcoíris te espero... Estaré siempre para ti...

@cathyhaack





jueves, 18 de enero de 2018

¡Carakistan, ciudad sin hambre!



Lunes, en Carakistan, donde vivo, me levanto para irme al trabajo, después de vestirme y salir caminado un par de cuadras para llegar a la estación del metro, ya una vez ahí me dispongo a cruzar la avenida para entrar al centro comercial y entrar un local para desayunar, compro mi empanda con un café y me siento a comer, cabe destacar que el local es abierto y la mesas están a disposición del pasillo principal que da la entrada al centro comercial, la cantidad de transeúntes es enorme, había un cierto silencio en la atmósfera, mientras las personas sentadas en sus mesas comiendo de manera rápida para luego irse.

De pronto se rompe el silencio y el joven el dice al anciano:

Joven: ¡Devuelve la empanada! (Cabe destacar que la manera como lo dijo fue de manera fuerte y con mucha autoridad).
Anciano: Tengo hambre. (Voz muy baja y avergonzado, era el tono de este señor).
Joven: ¡Qué devuelvas la empanada.
Anciano: (repetía sin parar) Tengo hambre.
Joven: ¡Devuelve la otra!.
Anciano: pero mi pana, tengo hambre.
Joven: ¡Qué devuelvas la otra!, Sabes que te estoy cazando, te tengo pillado, no te quiero ver más por aquí.


Hasta que el anciano decidió devolver las dos empanadas y se fue de una vez, a toda esta el anciano le estaba robando la mesa donde estaba un niño de 10 años que estaba pendiente de su mamá, que estaba esperando por las bebidas, claro el niño no estaba vigilando su plato, sino a su mamá, la señora le dio la gracias al joven, y en ese momento empezaron los comentarios y el resto de las personas con cierta indignación, comiendo para irse.

Yo me quede atónica, mi asombro era muy grande, hasta respire o suspire y seguí comiendo, acto seguido veo entrar una persona con aspecto que vive en la calle y se sentó en una mesa donde habían dejado la mitad de la empanada y la mitad de una pepsi y se dispuso a comer, pero en ese mismo instante entro una niña y se acercó a otra mesa y pidió algo y la chica le dio la empanada casi completa, y se sentó en la barra a comérsela, y otra persona le dio su refresco.

Realmente logre terminar de comer porque no había cenado, pero en ese mismo instante se me había quitado las ganas de comer, y me tome mi café y me fui del local, caminando hacia el bus me puse a pensar lo que sucedió y no salí de la impresión hasta que pude concentrarme en el trabajo.

Aunque vayas en el bus, ves como personas buscan que comer casi en cada cuadra, o si no lo ves, puedes observar como toda la basura está dispersa por la acera, ves los niños sucios y sin zapatos, no más de 16 años, caminando y fumando, en grupos, o familias que viven en la calle, si te montas en el metro ves a los niños pidiendo dinero mientras los padres están al final del vagón o esperando en una estación, hasta lo llegan alquilar para pedir, ves como las personas con discapacidad son los que venden golosinas y lo que están enteros están pidiendo.

Logras ver de todo, y es cuando reflexionas, realmente ya no puedes ir a ningún local o centro comercial sin alguien te pida comida o dinero, y no me mal interpreten, suelo brindar comida, mas no doy dinero, pero ya la situación es grave porque realmente aunque quisieras no puedes ayudar a todos. Seamos realistas.

Lo peor es que conozco personas que logran darle un empleo para que salgan de esa situación y al principio es chévere pero luego roban o se aburren porque no están acostumbrado al trabajo sino mas bien que se lo regalen.

La otra contra parte que de cierta manera te hacen sentir mal porque tú estás comiendo y ellos no, es como si tu trabajo es malo porque no estás en la misma situación de ellos y debes compadecerte, por lo menos a mí me gusta trabajar y lo hago con toda pasión pero si deseo salir de mi rutina no puedo, porque cada sitio que salgo, se presenta esta situación, y es algo que nunca se vio, y si lo pides para llevar es peor aún, te piden hasta el gatorade.

Yo confieso que todavía no sé como canalizar esto, de ver esto, me duele, me parte el alma, me hace sentir mal, tanto, que ya no puedes disfrutar una comida, porque tienes hambre o simplemente un mérito de tu esfuerzo, un placer, por eso decidí no salir, y lo que siento es que estoy atrapada en Carakistan como si estuviera en una cárcel donde me permiten moverme del trabajo a la casa y viceversa porque ya no puedes hacer mas nada.

No hay manera de ocultarlo, no escapas de esta situación y tampoco tienes el poder para arreglarlo.

Sólo soy una humana más en Carakistan. (Caracas, Venezuela).

Gracias por leerme.
Hasta la próxima.
Saludos cordiales.

@cathyhaack