Lunes, en Carakistan, donde vivo, me levanto para irme al
trabajo, después de vestirme y salir caminado un par de cuadras para
llegar a la estación del metro, ya una vez ahí me dispongo a cruzar la
avenida para entrar al centro comercial y entrar un local para
desayunar, compro mi empanda con un café y me siento a comer, cabe
destacar que el local es abierto y la mesas están a disposición del
pasillo principal que da la entrada al centro comercial, la cantidad de
transeúntes es enorme, había un cierto silencio en la atmósfera,
mientras las personas sentadas en sus mesas comiendo de manera rápida
para luego irse.
De pronto se rompe el silencio y el joven el dice al anciano:
Joven: ¡Devuelve la empanada! (Cabe destacar que la manera como lo dijo fue de manera fuerte y con mucha autoridad).
Anciano: Tengo hambre. (Voz muy baja y avergonzado, era el tono de este señor).
Joven: ¡Qué devuelvas la empanada.
Anciano: (repetía sin parar) Tengo hambre.
Joven: ¡Devuelve la otra!.
Anciano: pero mi pana, tengo hambre.
Joven: ¡Qué devuelvas la otra!, Sabes que te estoy cazando, te tengo pillado, no te quiero ver más por aquí.
Hasta que el anciano decidió devolver las dos empanadas y se fue de una
vez, a toda esta el anciano le estaba robando la mesa donde estaba un
niño de 10 años que estaba pendiente de su mamá, que estaba esperando
por las bebidas, claro el niño no estaba vigilando su plato, sino a su
mamá, la señora le dio la gracias al joven, y en ese momento empezaron
los comentarios y el resto de las personas con cierta indignación,
comiendo para irse.
Yo me quede atónica, mi asombro era muy grande, hasta respire o
suspire y seguí comiendo, acto seguido veo entrar una persona con
aspecto que vive en la calle y se sentó en una mesa donde habían dejado
la mitad de la empanada y la mitad de una pepsi y se dispuso a comer,
pero en ese mismo instante entro una niña y se acercó a otra mesa y
pidió algo y la chica le dio la empanada casi completa, y se sentó en la
barra a comérsela, y otra persona le dio su refresco.
Realmente logre terminar de comer porque no había cenado, pero en ese
mismo instante se me había quitado las ganas de comer, y me tome mi
café y me fui del local, caminando hacia el bus me puse a pensar lo que
sucedió y no salí de la impresión hasta que pude concentrarme en el
trabajo.
Aunque vayas en el bus, ves como personas buscan que comer casi en
cada cuadra, o si no lo ves, puedes observar como toda la basura está
dispersa por la acera, ves los niños sucios y sin zapatos, no más de 16
años, caminando y fumando, en grupos, o familias que viven en la calle,
si te montas en el metro ves a los niños pidiendo dinero mientras los
padres están al final del vagón o esperando en una estación, hasta lo
llegan alquilar para pedir, ves como las personas con discapacidad son
los que venden golosinas y lo que están enteros están pidiendo.
Logras ver de todo, y es cuando reflexionas, realmente ya no puedes
ir a ningún local o centro comercial sin alguien te pida comida o
dinero, y no me mal interpreten, suelo brindar comida, mas no doy
dinero, pero ya la situación es grave porque realmente aunque quisieras
no puedes ayudar a todos. Seamos realistas.
Lo peor es que conozco personas que logran darle un empleo para que
salgan de esa situación y al principio es chévere pero luego roban o se
aburren porque no están acostumbrado al trabajo sino mas bien que se lo
regalen.
La otra contra parte que de cierta manera te hacen sentir mal porque
tú estás comiendo y ellos no, es como si tu trabajo es malo porque no
estás en la misma situación de ellos y debes compadecerte, por lo menos a
mí me gusta trabajar y lo hago con toda pasión pero si deseo salir de
mi rutina no puedo, porque cada sitio que salgo, se presenta esta
situación, y es algo que nunca se vio, y si lo pides para llevar es peor
aún, te piden hasta el gatorade.
Yo confieso que todavía no sé como canalizar esto, de ver esto, me
duele, me parte el alma, me hace sentir mal, tanto, que ya no puedes
disfrutar una comida, porque tienes hambre o simplemente un mérito de tu
esfuerzo, un placer, por eso decidí no salir, y lo que siento es que
estoy atrapada en Carakistan como si estuviera en una cárcel donde me
permiten moverme del trabajo a la casa y viceversa porque ya no puedes
hacer mas nada.
No hay manera de ocultarlo, no escapas de esta situación y tampoco tienes el poder para arreglarlo.
Sólo soy una humana más en Carakistan. (Caracas, Venezuela).
Gracias por leerme.
Hasta la próxima.
Saludos cordiales.
@cathyhaack